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El Combate de Iquique
El Combate de Iquique, librado el 21 de mayo de 1879 marcó el comienzo de la campaña marítima de la guerra del Pacífico. En este combate murió el Capitán chileno Arturo Prat y fueron hundidas las naves Esmeralda (chilena) e Independencia (peruana).
ARTURO PRAT Y EL COMBATE DE IQUIQUE Una Amarga Victoria En mayo de 1879, al llegar al sur del Perú, el comandante Miguel Grau había obtenido informaciones que los chilenos estaban bloqueando Iquique por lo que se dirigió hacia el lugar. Al amanecer del 21 de mayo, el Huáscar y la Independencia llegaron al puerto de Iquique. Las dos naves era veloces y blindadas, rivales superiores a las dos naves chilenas Covadonga y la Esmeralda, ambas de madera.
El Huáscar tomó a su cargo la Esmeralda que no pudo escapar por su escaso andar, mientras la Independencia perseguía a la Covadonga puesta rápidamente en marcha hacia el sur.
Al mando de la Esmeralda se encontraba Arturo Prat, héroe máximo de la Armada chilena, y héroe americano en la lucha peruano-chilena contra el dominio español. El Huáscar acorraló a la Esmeralda, y aunque la diferencia de potenciales era evidente, Arturo Prat en vez de rendirse o hundir su barco frente al Huáscar, no lo hizo y optó por combatir sin rendir su pabellón.
Durante varias horas el Huáscar estuvo disparando sin hacer gran daño. Entonces Grau decidió usar el espolón. Al chocar ambos barcos, Arturo Prat, el Sargento Juan de Dios Aldea y un marinero chileno, saltaron sobre la cubierta del buque peruano, tratando de abordarlo, y "en la defensa de ese abordaje perecieron víctimas de su temerario arrojo", relató Miguel Grau en su parte oficial. Al tercer espolonazo, la Esmeralda se hundió con su pabellón al tope. Eran las 12 y 10 pm. El combate había durado cuatro horas.
Mientras tanto, la Covadonga era perseguida por la Independencia. Esta era la mejor nave peruana, pero toda su tripulación era nueva e inexperiente, por lo que, a pesar de contar con gruesa artillería, no conseguía acertar en la nave chilena y tuvo que recurrir al espolón.
En Iquique, como en Punta Gruesa, los comandantes del Huáscar y de la Independencia no pensaron inicialmente en recurrir al espolón y tan sólo se llegó a ese extremo ante el absoluto convencimiento de la ineficacia de la artillería. El comandante chileno Carlos Condell, hacía provecho del escaso calado de su nave, acercándose hacia la costa para poner en riesgo al perseguidor peruano. La Covadonga pasaba indemne sobre rocas submarinas. La Independecia al mando de Juan Guillermo Moore, arremete contra la Covadonga usando su espolón en tres oportunidades, pero en el tercer intento, la nave peruana chocó con una roca no marcada en los mapas.
De pronto, el buque peruano se llenó de agua, se apagaron los fuegos y se suspendieron los calderos. Al ver a su perseguidor en problemas, la Covadonga regresó y comenzó a ametrallar a la nave peruana. Los cañones de la Independencia contestaron, pero el agua comenzaba a cubrirlos y tuvieron que defenderse con las coflas, con los rifles y revólveres hasta agotarse las municiones. Los tripulantes comenzaron a caer al mar y la Covadonga continuó haciendo fuego. Una de las bombas rompió el pico de mesana donde estaba izado el pabellón nacional, pero el comandante Moore ordena reponerlo en otra driza.
Entre tanto, sin conocer el drama de la Independencia, el Huáscar rescataba a los sobrevivientes de la Esmeralda, al bajar a tierra algunos de ellos dan vivas "al Perú generoso".
Al terminar el rescate, Grau parte en busca de la Independencia y la encuentra hundiéndose con sólo veinte hombres a bordo. Al aparecer el Huáscar la Covadonga detiene su fuego y reanudó su fuga.
La Correspendencia entre Grau y la Viuda de Prat
Desde Pisagua, con fecha 2 de junio de 1879, Grau envió la siguiente carta a la viuda de Prat: "Dignísima señora: Un sagrado deber me autoriza a dirigirme a usted y siente profundamente esta carta, por las luchas que va a remontar, contribuya a aumentar el dolor que hoy justamente debe dominarla. En el combate naval del 21 próximo pasado que tuvo lugar en las aguas de Iquique entre naves peruanas y chilenas, su digno y valeroso esposo, el capitán de fragata don Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, fue, como usted no lo ignorará ya, víctima de un temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria. Deplorando sinceramente tan infausto acontecimiento y acompañándola en su duelo, cumplo el penoso y triste deber de enviarle las para usted inestimables prendas que se encontraron en su poder y que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas le servirán, indudablemente, de algún pequeño consuelo en medio de su desgracia y por ello me he anticipado a remitírselas. Reiterándole mis sentimientos de condolencia, logro, señora, la oportunidad para ofrecerle mis servicios, consideraciones y respeto con que me suscribo de usted, señora, afectísimo y seguro servidor. Miguel Grau". Entre los objetos enviados a la viuda se Prat, se encontraban: una espada, un anillo de oro de matrimonio, un par de gemelos, botones, fotografías, un escapulario y una carta sin abrir. En la respuesta a la carta, la viuda de Prat le dice a Grau: "Recibí su fina y estimada carta... en ella, con la hidalguía del caballero antiguo, se digna usted a acompañarme en mi dolor, deplorando sinceramente la muerte de mi esposo; y tiene la generosidad de enviarme las queridas prendas que se encontraron sobre la persona de mi Arturo; prendas para mí de un valor inestimable... consagradas por su martirio, como la espada que lleva su adorado nombre. Al proferir la palabra martirio no crea usted señor, que sea mi intento de inculpar al jefe del Huáscar la muerte de mi esposo. Por el contrario, tengo la conciencia de que (usted)... tiene el raro valor de desprenderse de un valioso trofeo poniendo en mis manos una espada que ha cobrado un precio extraordinario por el hecho mismo de no haber sido jamás rendida; un jefe semente (como usted, Grau), un corazón tan noble, se habría, estoy cierta, interpuesto, a haberlo podido, entre el matador y su víctima, y habría ahorrado un sacrificio tan estéril para su patria como desastroso para mi corazón... Carmela Carvajal de Prat".
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